Lo apreciaba mucho yo a él (al Padre Zilli), un santo, una secillez franciscana que da gusto, ¡un desprendimiento, una humildad! Los mejores recuerdos tengo del Padre José. Él vivía la pobreza franciscana.
Fuimos vecinos bastante tiempo, él estaba en Diego de Alvear y yo en San Gregorio. ¡Un pan de Dios era! Eramos muy amigos. Y después yo estuve en Rufino y él estaba en Aarón Castellanos. En esa época, yo disponía de un auto de la diócesis, y cuando teníamos reuniones en Venado, veníamos juntos.
Era bastante culto, manejaba el francés pero de una sencillez maravillosa. Le gustaba hacer quinta, no era de tanto hablar y le encantaban los libros.
Cuando se ordenó como sacerdote, le dijeron que elija a donde quería irse, y él no eligió, entonces le ofrecieron América Latina. Llegó a la diócesis (de Venado Tuerto), porque en Aarón Castellanos estuvieron siempre los franciscanos. Llegó en un principio, para colaborar con el convento, pero luego los franciscanos se fueron.
Recuerdo que a él lo mandaron como misionero.
A veces venía a cualquier hora a la parroquia de San Gregorio, a la hora de la siesta o algo así, varias veces me sacaba de la cama. No tenía noción del tiempo. Parecía como ingenuo, sin malicia.
Vivía profundamente la fe, a los sacramentos los suministraba con mucha piedad y sencillez, no hacía ostentación de nada.
Considero que fue una persona leal y sincera, siempre de palabra. Le gustaba trabajar, nada de pereza, ni de ocio. Siempre desinteresado. Muy auténtico, sincero, nada ficticio, nada vanidoso.
Pbro. Santiago Keny Casey
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